Suramérica, Agosto 12, 2024.
Por Nancy Arellano S.
El tema de Venezuela ha ocupado las portadas, trinos y post de casi todos los medios, y cuentas personales, a escala regional y mundial. En parte es porque el mundo occidental aún recuerda, con cierta nostalgia, a aquel país que fuese modelo democrático y de crecimiento, refugio para los perseguidos en la región, inclusive. Otros, porque se identifican con la situación actual, porque sus países antecedieron o sucedieron a lo que ocurre.
Venezuela, territorialmente, no es muy grande pero tampoco pequeña. Un país de poco más de 916 mil Km2 con 30 millones de habitantes. Y es importante señalar que al lado de la historia principista de la deseabilidad de democracia en el país por un tema de derechos humanos y desarrollo, Venezuela, con cerca del 40% de su territorio cubierto por extensas áreas forestales, es un país excepcionalmente rico en recursos naturales, en materiales estratégicos, en términos de seguridad hemisférica.
Con una amplia biodiversidad, el país caribeño-andino-amazónico posee una impresionante variedad de minerales, energía hidroeléctrica y una ubicación privilegiada para el triángulo de América del Norte y Europa. Esta abundancia de recursos naturales convierte a Venezuela en un actor clave en el escenario global, con un enorme potencial para el desarrollo sostenible y la diversificación económica. Es un aliado estratégico.
En el ámbito energético, Venezuela destaca como el sexto país con mayores reservas de crudo liviano a nivel mundial y el primero en reservas de crudo pesado y bitúmenes. A sus reservas de casi 2 mil toneladas métricas de hierro, se añade cinco mil millones de metros cúbicos de reservas de gas en Maracaibo, Maturín, Barcelona, Cumaná y Barinas y cerca de 700 millones de metros cúbicos en la Faja Petrolífera . La riqueza mineral del país se extiende a recursos como carbón, bauxita, fosfato, zinc, cobre y diamantes, además de 8 mil toneladas métricas de reservas de oro. Cabe destacar que Venezuela también posee importantes yacimientos de coltán, un mineral estratégico utilizado en la fabricación de dispositivos electrónicos.
Lo que no tiene sentido, es que un país con tales reservas y potencial industrial tenga a casi 8 millones de venezolanos prácticamente mendigando ayudas en la región y el mundo; que tenga una inflación acumulada de 1,000,000% en los últimos 20 años y un sueldo mínimo de USD 5 con unos bonos entre efectivo y comida, no computables para jubilación, de USD 122; una caída estrepitosa en la calidad de vida que hace que para 2023, 78% de la vulnerabilidad moderada o severa se concentre en el 30% más pobre y 80% de los hogares poco vulnerables se ubican entre los deciles 6 y 10 de los índices de pobreza, con 1/3 del país en inseguridad alimentaria moderada a severo (ENCOVI 2023), el aumento del Índice de Gini (que mide desigualdad) y apagones de luz, internet errático y una dependencia de importaciones para productos básicos que sigue siendo una constante.
A ello, se suma la proliferación de las economías en negro, crimen organizado trasnacional, incluyendo narcotráfico, trata de personas y demás negocios ilegales que han creado un sistema paraestatal de poder y explican además las oleadas represivas y violaciones masivas de Derechos Humanos que hacen de Venezuela el único país en segunda fase de investigación por la Corte Penal Internacional, por delitos de lesa humanidad. Lo que termina derivando en un potencial aumento de los desplazamientos forzados que le lleven a 15,5 millones de venezolanos regados en el planeta. Una realidad que confronta los retos de los demás países de la región. Una realidad que estremecería a cualquiera.
Con toda esta situación el escenario electoral del 28 de julio muestra la coherente realidad: el voto castigo a Nicolás Maduro, quien tiene más de una década en el poder pasó. Si bien María Corina Machado y Edmundo González (MCM/EG) han logrado una amplia mayoría electoral, no debe dejar de verse la composición de este sector que ha votado al cambio: la adhesión al proyecto de MCM/EG por una parte y el rechazo a Maduro por otra parte.
Este último sector está compuesto no solo por opositores, detractores al chavismo; sino por un chavismo disidente (chavistas no maduristas) y por una centro-izquierda/centro-derecha que no comulga con el chavismo, por obvias razones, pero que es crítico de MCM/EG y que está apostando a MCM/EG, en parte como el mismo chavismo disidente, como ruta al retorno al pluralismo político y a la sana tensión democrática.
Lo grave del escenario actual no es solo toda la situación escalofriante en términos de persecución desaforada a la disidencia y uso ilegítimo de la fuerza, van más de 26 asesinados y más de 1263 arrestos ilegales en una semana, es lo que simboliza: la pérdida absoluta de la democracia con la anuencia de otros estados de la región. Es decir, que el detrimento de un país podría no tener solución en una salida electoral, en que los ciudadanos puedan votar y elegir.
El peligro es que un país pueda ser secuestrado. Que los modelos de autoritarismos competitivos puedan proliferar en pleno siglo XXI. ¿Es algo tolerable? Dígame usted, dígale a sus representantes.
Lo que hoy opinan los políticos sobre el caso Venezuela, revela más sobre la calidad de políticos que tendremos tomando decisiones acerca de nuestro futuro, que otra cosa. Venezuela es hoy un código para definirse políticamente, para hacer ver a los ciudadanos y votantes de los demás países quién es quién y hasta dónde llega su compromiso con la democracia, libertad y desarrollo. Si las personas somos “cosas tranzables” o somos seres humanos a quienes deben representar y por quienes están en los espacios de poder donde están. Si vamos a permitir que los riesgos para la seguridad hemisférica proliferen y si el crimen organizado va a fusionarse definitivamente con el espectro político.